Una mirada sobre la muerte
Hay un conocimiento milenario respecto del proceso del morir, del desapegarse, del despertar en otras dimensiones no como algo abstracto o difuso, sino que descrito con bastante precisión en sus etapas y desafíos.Este viene de la experiencia vivida de personas que han expandido su conciencia a otras dimensiones de la existencia, chamanes, iniciados, místicos de todas las culturas y épocas. Además coincide con investigaciones modernas de personas que han estado clínicamente muertas y han vuelto a la conciencia corporal. Desde ese conocimiento y desde mi experiencia personal con los amados que han partido, escribo este artículo.
Cuando la persona muere, no muere, su conciencia y su sentir siguen activos y cuando el traspaso se produce en forma repentina, en un accidente, por ejemplo, suele haber un período de estupor, un no entender que ha ocurrido, incluso a veces un no querer aceptarlo. Por ello es vital que los seres queridos se abran a cobijar, hablar mentalmente, guiar, tranquilizar, envolver en luz, agradecer; esto no significa que los dañemos con nuestro dolor y desesperación, pero si sería importante, saber que están cerca de nosotros y que podemos, acogerlos. Además en los mundos intangibles hay también otros recibiéndolos amorosamente.
Así como acá hacemos un proceso de duelo, los que parten, también viven un proceso de despedida, de dejar la existencia anterior; el cuerpo, los roles, la edad, la identidad específica de la encarnación para abrirse a su nueva existencia, con un cuerpo-incorporeo, de luz, que se traslada con la intención, que es libre del peso físico, que viaja y vuela como lo hacemos al soñar.
Si bien el dolor de la separación es indescriptible, no perdemos a los seres amados, lo que acaba es su forma concreta, su posición en nuestras vidas, pero no su existencia, su cercanía, su amor, y para el que traspasa el velo es importante una actitud de apertura, de inclusión de parte nuestra, pues morir es nacer a una nueva forma de existencia, donde el amor sigue intacto, o se acrecienta en nuevas formas de expresión. Cuando en medio del dolor podamos aquietar el corazón y la conciencia y abrirnos, sentiremos su presencia, como siempre la sentimos, en forma completamente natural, como cuando recordamos a alguien, como se percibe un aroma, o algo que invade todo nuestro cuerpo, entonces aprenderemos otra forma de estar en contacto, ya no física, a través del tacto o la voz, sino donde el ser amado es todo, está en todo, cada paisaje, cada flor, cada aliento y vive en nuestro interior y está con nosotros donde sea que vayamos y aprenderemos a llamarlo interiormente para que se acerque en los momentos de celebración, de disfrute, de belleza y quizás por primera vez podamos vivir la experiencia de total compenetración, donde el otro podrá estar más cercano que nunca.
Quienes mueren no mueren, siguen vivos y despiertos en una vida fecunda y plena, quizás los muertos sean quienes viven en la estrecha franja de la razón y la materia, como encarcelados que no pueden alzar la mirada a las otras moradas del Ser.
PATRICIA MAY
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